Soy el Pastor Amos, y creo que siempre es bueno contar lo que Dios hace en nuestras vidas, sé que esto puede ser una bendición para todos ustedes.


Desde enero de 2020, junto a mi esposa Bárbara, cuidamos la iglesia de Rivarolo, Italia. Tal vez se piense que cuidar una iglesia es algo fácil, pero nuestro llamado fue difícil de aceptar. La razón de esto es porque pensamos que podíamos hacer la obra de Dios sin una paternidad y sin ayuda, convencidos de que todo podía venir del cielo.
Unos años antes conocimos a los pastores Joao y Juana. Este encuentro comenzó de forma simpática porque como ellos habían llegado hacía poco a Italia, teníamos muchas dificultades para hablar con ellos, pero el amor que nos unía era más fuerte que el idioma que hablábamos.
Desde el principio de nuestra relación, el pastor Joao me animó mucho y, aunque yo no pertenecía al ministerio Jesucristo Pan de Vida, me acogió en todos los aspectos, ayudándonos entre nosotros y entre las mismas congregaciones, en las actividades y en los proyectos de las iglesias.

En un momento dado, el pastor me dio la oportunidad de hacer la Escuela de Ministerio en Torino, una visión clara del Reino de Dios, sin más reglas que las escritas en la Biblia. Esto me fascinó mucho y empecé a notar muchos cambios en mí y en mi familia, aumentaba y valoraba la fe de una manera diferente y más práctica.
Al llevar adelante la Iglesia, empezamos a sentir una carga por las almas, esto nos puso en busca de un ministerio que pudiera estar cerca de nosotros y mi esposa y yo empezamos a orar creyendo en la respuesta de Dios.
A partir de entonces, comencé a ir a reuniones de otros ministerios en Italia e invitábamos pastores y apóstoles de otras iglesias a predicar a la nuestra, pero Dios no nos respondía. Empezábamos a estar cansados y sobre todo a sentirnos fatigados respecto al trabajo pastoral, pero en realidad Dios ya tenía todo listo, solo esperaba el tiempo en el que nosotros estuviéramos dispuestos.
Y ENTONCES EL MOMENTO LLEGÓ
Un día, yendo con el pastor Joao en el coche, hablé con él, y él extrañamente no respondía a lo que le decía. En un momento dado, él me habló de una manera diferente que tocó mi corazón y sentí cómo Dios me decía que tenía todo cerca. Hablé con el Apóstol Alejandro y él confirmó todo lo que Dios me estaba diciendo, también hablé con mi esposa que estaba feliz aceptando todo lo que Dios me había dicho.

Así comencé con mi familia y con la iglesia un nuevo comienzo, con un ministerio que ya amábamos desde antes, pero que ahora era nuestra familia, entendiendo la importancia de una correcta paternidad y una visión clara para nuestro camino.
En el Ministerio Jesucristo Pan de vida, descubrí la fuerza de la fe y la necesidad de tener cosas que antes no tenía.
Durante este año, Dios ha estado haciendo cosas tan rápidas que es difícil contarlas todas. Recuerdo que el Apóstol Aníbal, en su viaje a Italia, hizo un acto de fe que conmovió mucho mi vida.
Tomó 500 Pesos y me los dio diciendo: “con estos vendrás a Argentina para la Convención”. El Apóstol Alejandro me dijo que ese billete de pesos argentinos no valía nada en realidad, pero ese gesto tuvo mucho valor para mí. El problema de hacer este viaje era el pasaporte, y tanto el Apóstol como la Profeta me dijeron inmediatamente que no estar en el ministerio sin el pasaporte.
En ese tiempo Dios comienza a poner en nuestros corazones Madagascar, una nación que para mí estaba lejos, era impensable, pero cuando decides hacer la voluntad de Dios, él pone en tu interior nuevos sueños y metas a alcanzar.
Después de presentar y crear un proyecto inicial con los apóstoles, ellos me comunicaron que sería yo, junto con una familia de mi congregación, quienes haríamos el primer viaje; el problema siempre seguía siendo el mismo: el pasaporte que nunca me había sacado.
Empecé a averiguar inmediatamente cómo obtener el pasaporte, pero los tiempos de espera eran muy largos, incluso podía llegar a tardar un año, pero una voz dentro de mí decía: ¡Nada es imposible para los que creen! En la última Convención de pastores se dijo varias veces esta frase: “hasta lo último de la tierra”, esto comenzó a despertar en mi esposa y en mí una fe fuerte y única.
Comencé con fe a buscar un lugar para hacer mi pasaporte, que por fe ya estaba listo, pero solo me faltaba tenerlo en la mano.
La búsqueda en las comisarías no me dio buenos resultados, pero en cierto punto, averiguando en la última comisaría, me vino a la mente revisar el calendario para ver si por casualidad se había liberado un lugar y de repente había un lugar para el 2 de agosto y supe que ese lugar era para mí. Inmediatamente, lo reservé, esperé el día e hice todos los documentos para obtener mi pasaporte.

En conclusión, solo puedo decir que Dios es bueno, hoy tengo mi pasaporte en la mano y el 17 de octubre iré a Madagascar. Sé que me esperan muchas cosas nuevas junto con mi familia, pero también sé que Dios ya lo tiene todo perfectamente preparado. Hoy este pasaporte me dará la libertad de Ir “Hasta lo último de la Tierra”. Si estás leyendo esto, quiero decirte que no pongas límite a tu fe, no te detengas en el primer obstáculo, pero muévete, aunque hoy no veas nada, porque recuerda que, como dice en Hebreos 11:1 “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”.