Es un placer como familia poder compartir parte de nuestra historia e inicio de nuestra nueva vida en Cristo, quien marca un antes y un después.
Nuestra unión como matrimonio inició hace más de 25 años, pero, por no tener conocimiento de la palabra de Dios y tener una vida fuera de Cristo, nuestra relación llegó al divorcio que duró siete largos años. Gracias a Dios y a su divina misericordia, puso a las personas correctas en nuestras vidas, personas que creyeron desde el primer momento en que podría haber una restauración si creíamos en un Dios que hace posible todo lo que para el hombre es imposible.
Hoy podemos dar fe de que Dios existe, hoy entendemos lo que es ver las cosas que no son como si fuesen, hoy sabemos que él está vivo y que realmente es un Dios de oportunidades y misericordioso, el cual restauró nuestro matrimonio para finalmente volver a unirnos y no solo como pareja, sino también como familia.
Elegimos caminar juntos, aun cuando existan muchos obstáculos, aun cuando haya tempestades, aun cuando a veces se puede fallar, porque a pesar de todo Dios nunca nos ha soltado de su mano. Pueden venir circunstancias desagradables o momentos difíciles, pero Dios es bueno en todo tiempo y sus caminos son perfectos.
A lo largo de este proceso, hemos aprendido a no cuestionar, a creer, a seguir, a resistir, a permanecer y a recordar siempre que estamos en pacto con nuestro Padre y sus promesas son en el sí y en el amén.
Hemos aprendido a creer por nuestra familia, como dice la palabra del Señor: “Yo y mi casa, serviremos a Jehová” y es por eso que hoy reconocemos que hay una fe y un creer que nos mueve y nos impulsa a seguir porque hay promesas en nuestras vidas como familia.
Tenemos ya a nuestra hija Andrea, por la cual creímos acompañándonos en este camino de fe y juntos servimos en la que es nuestra casa y honramos la vida de nuestro creador y también la vida de nuestros padres espirituales. Seguimos creyendo por nuestra otra hija, Tamara, quien pronto nos acompañará en este camino de propósito porque Dios nunca se equivoca, él siempre llama a uno y detrás de ese uno hay toda una familia destinada a vivir en los propósitos de Dios.
Seguramente los que estén leyendo estas líneas se estarán preguntando cómo lo hicimos, ¿cómo dimos ese primer paso?, ¿cómo hago para restaurar mi familia?
Solo podemos decirles que para lograrlo hay que creerle a Dios, formar un carácter de fe, leer sus promesas, transmitir un diseño, ser gobernados por Cristo, firmes, venciendo todos y cada uno de los obstáculos y, por sobre todo, tener el alimento que nutre el alma, el espíritu y renueva nuestros pensamientos y nuestras fuerzas cada día de nuestras vidas; y esto es la palabra de Dios, la que es viva y eficaz.
Nuestra fe y nuestra esperanza está puesta en un Dios vivo que quiere darnos todo en abundancia hasta que sobre y abunde, porque él es generoso, él es mi padre, él es nuestro padre.
Tuvimos que volver a construir todo con fundamentos sólidos, con principios, adquiriendo conocimiento y sabiduría en Dios, con paciencia, con entrega, pero sobre todo con mucho amor.
Desde este escrito queremos transmitirles que Dios restaura, que no solo nos ama a nosotros sino a todos, que seamos determinantes y que demos el paso de buscarlo y creerle solo a él, porque Dios nunca se equivoca.
La palabra de Dios dice en Hebreos 6:12: “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.
Seamos imitadores en todo tiempo de aquellos que alcanzan las promesas, venciendo la pereza y trabajando en nuestra fe y paciencia, pero, por sobre todo, que el amor sea manifestado en cada uno de nosotros, pues es allí donde Cristo se muestra y su nombre es glorificado.
Animamos a todas aquellas personas que están creyendo por sus familias que escuchen la palabra de Dios, que abran las puertas de sus hogares para que Jesús entre y gobierne toda su casa.

Con amor
Familia
Vidal
Huamán